martes, 30 de agosto de 2011

¿Eco?bulevar

Texto: G.Wyman. Fotos: Laszlo E.



 
Siete años han pasado desde la construcción del ecobulevar en Vallecas, un instant classic de nuestro panorama local. Suficiente tiempo para revisar el proyecto y medir la conquista de sus objetivos.


Evolución de un criterio
En el año 2004 el discurso de la sostenibilidad ya estaba bien desarrollado, pero todavía le faltaba el reconocimiento en el panorama nacional que precisamente le proporcionó este proyecto. Mientras tanto, lo ecológico tampoco había sufrido la deriva y banalización a la que ha sido sometido desde entonces (dudoso mérito que no puede atribuirse tanto a este ecobulevar, como a las lecturas perversas que ha originado).

Con Rem Koolhaas a la cabeza del devenir de la arquitectura desde finales de los 80, los holandeses ya flirteaban con los temas ecológicos durante la década de los 90 en ejercicios como el Pabellón de Holanda en la Expo de Hannover (MVRDV), un proyecto con ciertos paralelismos con el que ahora analizamos en cuanto al despliegue de gadgets climáticos. Sin embargo las intenciones que se manejaban no eran todavía de reivindicación, sino de crítica a la visión nostálgica de la naturaleza, proponiendo la necesidad de incorporarla mezclada con la tecnología. Se trataba del proto-discurso de lo que devendría en mantra unos años después.



Estado actual
La propuesta tiene por objeto el acondicionamiento bioclimático del Bulevar principal del Ensanche de Vallecas’ de la memoria del proyecto.

El acondicionamiento bioclimático del Bulevar no se ha conseguido. Hoy luce como un desierto urbano donde se blanquean los huesos de los tres cadáveres cilíndricos. La vegetación ha muerto, los pulverizadores no pulverizan, y los sensores no sienten… Tan sólo quedan en funcionamiento las hamacas, tecnología prehistórica y tal vez por eso intemporal.

Esta es la postal que se llevan los incesantes turistas que llegan atraídos por su todavía efervescente ruido mediático y dedican unos minutos a fotografiar su decadencia.


Se trata de una experiencia innovadora de diseño urbano que pretende mejorar el confort ambiental, promover el intercambio social y ser más sostenible que los modelos convencionales de la ciudad’ de la memoria del proyecto.

El ambiente vital de agradable comunidad queda reducido a las esporádicas pandillas que ocasionalmente se encuentran allí. Ni siquiera triunfaron como punto de reunión de las juntas de propietarios de los edificios vecinos, y los niños de estas comunidades eligen quedarse jugando en los espacios comunes sin acondicionar de sus bloques antes que salir al entorno de estos árboles.

Es arriesgado pretender plantear alternativas a modelos urbanos convencionales sin identificarlos bien. Es de suponer que se refieren a los diseños de crecimiento y ensanche de las últimas décadas, pero es que dicha alternativa ya existe: los centros históricos, salpicados de pequeños comercios, bares y viviendas, con su animada vida callejera que ya señalaran desde los años 60 investigadores como Jane Jacobs.




Árboles climáticos
Aunque en el momento deslumbraron por su apuesta ecológica, hoy no representan más que el cliché de lo que supone un planteamiento errado de la sostenibilidad (o peor: un uso interesado de la misma). Siete años después podemos ver con claridad que estamos ante el paradigma del artilugio, una colección de supuestos chismes climáticos (sensores, pulverizadores, paneles fotovoltaicos, toberas, filtros y, por supuesto, vegetación) que en esencia no sirven para nada, más que como soporte de una idea. Y una vez deteriorados ni siquiera eso.

¿Es esto suficiente para una propuesta eco? No.

Pero en aquel momento lo fue: suficiente y necesario. De manera crítica y objetiva se debe reconocer el mérito histórico del proyecto pero también dudar de su valor efectivo actual, como con el modelo atómico de Dalton.




Quedémonos con la revelación formal que supuso este ecobulevar, algo increíblemente novedoso, original, diferente; especialmente en su fisonomía, pero no sólo, también en el conjunto del discurso conceptual. Una apuesta de concurso atractiva y valiosa, cuyo verdadero mérito supuso una ejecución y un resultado final que no perdían la frescura de la propuesta teórica. Este proyecto lanzó al estrellato nacional, de forma merecida, a unos jóvenes arquitectos que después han mantenido la misma fórmula sin variación: discurso de compromiso ecológico y social —a la vanguardia de la investigación y las propuestas— pero cierta desidia con el producto final, que es más tratado como residuo del proceso teórico que como objetivo donde cristaliza el discurso.

Reclamemos, consecuentemente, el mismo fundamento en el objeto construido.